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Inteligencia Artificial para empresas 1. Lanzamiento oficial 15 de mayo

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Introducción

Desde que fuera inventado por John McCarthy en el famoso congreso de Darthmouth, el término “Inteligencia Artificial” no ha cesado de provocar reacciones dispares y muy intensas, tanto en el mundo científico como en el “profano”. Cuando pronunciamos ambas palabras, evocamos de pronto imágenes pertenecientes al mundo de la ciencia-ficción, recreamos seres metálicos que emulan la conducta humana o llegamos incluso a considerar la hipótesis de que nuestra lavadora “piense”. No hay, posiblemente, un área de conocimiento tan variada en sus propósitos como tan diferente en la seriedad de las personas que en ella pretenden crear “episteme”.

Donald Michie “Es un error dedicar demasiado tiempo a preguntarse, ¿pueden las máquinas pensar?, ¿pueden ser realmente creativas?”

“Para todos los propósitos prácticos sí pueden. La mejor dirección para nosotros es dejar a los filósofos en su habitación oscura y ponerse a intentar diseñar máquinas creativas e inteligentes

Estamos lamentablemente acostumbrados a que la “gran ciencia” del siglo XX arrope sus argumentos con una espectacularidad inoportuna que, en muchos casos, revela ser una pantalla para el fraude y la charlatanería. Y a pesar de ello, la I.A. sigue despertando entusiasmo en las mejores mentes de los institutos politécnicos mundiales.

En un principio, la I.A. pretende simular la inteligencia humana, descubrir los mecanismos de resolución de problemas que nos permiten tener éxito en situaciones complejas, y un moderado etcétera. Pero como en toda joven disciplina que se precie, la I.A. no se libra de la crítica. Por un lado tenemos aquellos especialistas de las ciencias de la información, de las matemáticas, de la psicología y de todas las ciencias cognitivas en general que, con seriedad y esmero, apoyan una visión llamada “I.A. débil”. Por otro lado tenemos una lista más o menos abundante de científicos (algunos de ellos prestigiosos y otros necesitados de fondos), que apoyan por el contrario la así llamada “I.A. fuerte”.

La I.A. débil, como su adjetivo denuncia, no pretende la construcción o la elaboración de una mente artificial. Su propósito, modesto y sin embargo fértil, consiste en simular rasgos del pensamiento humano para poder traducirlos a una forma digital/algorítmica. Con ello se pretende conseguir resolver problemas como la búsqueda de información o el procesamiento de datos de una forma más efectiva.

Muchos escalones más arriba tenemos la I.A. “fuerte”, cuyo objetivo, en el papel, se puede describir más o menos de la siguiente manera: “la reproducción total de los mecanismos mentales humanos en un soporte diferente del tradicional”.

En pocas palabras, la ambición máxima de esta rama de las ciencias cognitivas es “suplantar” la naturaleza para poder crear una mente en soportes tan variados como el silicio, campos electromagnéticos, o cualquier otro ware físico que permita recrear los procesos de una “máquina de Turing”. Alan Newell, uno de los primeros y más conocidos teóricos en I.A., afirma que para la computación, el soporte es irrelevante (1973). Esto supone que un sistema de procesamiento de la información (o, por comodidad, una mente), puede basarse en un soporte cualquiera, como por ejemplo rollos de papel higiénico: esto no es tan descabellado si se piensa que la máquina universal de Turing funcionaba con una ideal “cinta” de papel perforado.

Este punto de vista la -I.A. fuerte-, que ha tenido mucha influencia en el nuevo dualismo psicológico del cognitivismo, ha producido toda una serie de afirmaciones que pocos dudarían en calificarlas de “polémicas”: es el “inflado” típico de la Great Science. Algunas de ellas son verdaderos obsequios a la exageración y al sensacionalismo más genuino: un ejemplo es Marvin Minsky, que afirma que dentro de unas décadas deberíamos “estar contentos si estuviéramos dispuestos a mantenernos en torno a la casa como animalitos domésticos [de los ordenadores]”. O John McCarthy, cuando declaró que “máquinas tan simples como los termostatos tienen creencias”. Estas frases dan fe de las características esenciales de la “Gran Ciencia” que se desarrolla a través de la I.A. fuerte.

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